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¡Ven Espíritu Santo!

“Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.” (Hechos de los Apóstoles, 2: 1-4.)

En Pentecostés celebramos el día en que se cumplió la promesa de Cristo a los apóstoles de que el Padre enviaría al Espíritu Santo para guiarlos en la misión evangelizadora. Etimológicamente, la palabra proviene del latín Pentecoste, y esta, a su vez, del griego πεντηκοστή, (pentecosté), que significa ‘quincuagésimo’. El término, como tal, hace precisamente alusión a los cincuenta días que transcurren desde la Pascua hasta el Pentecostés.

Esta festividad es una de las más importantes del año, después de la Pascua, donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento, era la fiesta de la cosecha la cual se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo. Era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante los meses de Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida.

En el Nuevo Testamento, representa el cumplimiento de la promesa de Cristo al final del Evangelio de San Lucas: “…Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’”. (Lc. 24:46-49)” Este acontecimiento marcaría el nacimiento de la Iglesia cristiana y la propagación de la fe de Cristo.

La celebración de Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo es el poder de lucha contra las adversidades; es el viento que nos impulsa a recorrer los caminos más difíciles para nosotros, el viento que al soplar nos ayuda a derribar nuestros límites, nos guía dándonos pasos firmes y dirección, el viento que tiene fuerza vencedora, del cuál no sabemos de dónde viene y a dónde va, pero que nos da lo necesario para vivir de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros.

El Espíritu Santo es la «Tercera Persona de la Santísima Trinidad». Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y el espíritu se nos es presentado no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.

El Espíritu Santo llega a cada discípulo a través de una lengua de fuego que se posa en cada uno. Estas se distribuyeron y se almacenaron sobre cada uno, provocando que empiecen a hablar milagrosamente en «otras lenguas». Llenos de Gracia, los Apóstoles comienzan a proclamar «las maravillas de Dios» (Hech 2,11). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo.

Recemos juntos la oración al Espíritu Santo para que con su luz guíe nuestros pasos y abra nuestros corazones durante Pentecostés.

 

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.

Y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu y serán creadas todas las cosas.

Y renovarás la faz de la tierra.

¡Oh Dios, que has instruido

los corazones de tus fieles

con luz del Espíritu Santo!,

concédenos que sintamos rectamente

con el mismo Espíritu

y gocemos siempre de su divino consuelo.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.